Punzando el absceso financiero de Estados Unidos

por Dmitry Orlov. En Club Orlov. Publicado originalmente el 18 de abril de 2025. Traducción de Comunidad Saker Latinoamérica

La gente que no sabe nada de la vida real suele hablar de una burbuja financiera que está en peligro de estallar, o que está a punto de estallar, o (para los comentaristas financieros con mentalidad apocalíptica) que ya ha estallado, así que coge tu bolsa de lona llena de jamón enlatado y cartuchos de escopeta y corre a las montañas. Pero, ¿es o no es solo una adorable pompa de jabón, llena de aire cálido y húmedo y arcoíris, que se elajaba suavemente del baño de burbujas de una niña risueña?

Por supuesto, es una burbuja financiera, no una pompa de jabón, y eso la hace seria: podría convertir a los hípermultimillonarios en simples multimillonarios, y a los multimillonarios en simples millonarios, y así sucesivamente. Esto podría obligarlos a recortar las generosas asignaciones de sus diversas esposas, amantes y concubinas, quienes entonces harían pucheros, se enfurruñarían y tal vez incluso les negarían algunos favores de dormitorio con correas, látigos y demás. Y todos sabemos lo incómodo que sería para alguien que se ha portado mal y necesita ser castigado.

Quizás no se trate de una burbuja, sino de un absceso supurante y desagradable que se ha estado filtrando al torrente sanguíneo, causando sepsis. A medida que la sepsis se instala, la sangre comienza a coagularse, interrumpiendo el flujo de oxígeno a las manos, brazos, dedos de los pies, pies y piernas, provocando la necrosis de diversos tejidos y la gangrena. Se necesitan entonces medidas para salvar la vida, como antibióticos y la amputación de las extremidades gangrenadas. La exsecretaria del Tesoro, Janet Yellen, parece preferir esta segunda analogía; comparó los efectos de los aranceles a las importaciones introducidos recientemente por Trump con “la peor herida autoinfligida”. De hecho, las amputaciones debidas a la gangrena relacionada con la sepsis dejan heridas quirúrgicas que podrían describirse como desagradables si el cirujano es un cirujano incompetente.
¿Es Trump un cirujano incompetente? Nunca lo sabremos, porque la Constitución de Estados Unidos no le otorga a un presidente un bisturí. Por lo tanto, en lugar de abrir el absceso, también conocido como “burbuja”, se vio obligado a colocar un torniquete arancelario alrededor del cuello del paciente. Era un recurso obvio: en Estados Unidos, a falta de una mayoría a prueba de veto en el Congreso, el presidente puede fijar y modificar los aranceles a su antojo. Entonces se vio obligado a aflojar un poco el torniquete cuando varios parpadeos y pitidos llenaron la sala de urgencias, haciendo evidente que el paciente ya no respiraba.

La lógica lineal de primer orden establece que los aranceles encarecen los bienes importados, lo que favorece a los productores nacionales y reduce el déficit comercial y, a su vez, la deuda nacional. Por lo tanto, en lo que a primera vista parece un enfoque impecablemente lógico, cada nación recibió un arancel proporcional al déficit comercial de Estados Unidos con esa nación. La lógica multidimensional no lineal de orden n que rige el funcionamiento real de la economía global establece que los aranceles:

  • paralizarán gran parte de la producción restante en EE.UU. debido a materiales y componentes muy caros o totalmente inexistentes;
  • desplomarán tanto el mercado bursátil como el de bonos, a medida que los inversores extranjeros se deshagan de los activos denominados en dólares;
  • desencadenarán una ola de quiebras minoristas, ya que estos no podrán abastecer más el mercado a precios asequibles para los consumidores;
  • provocarán una inflación descontrolada a medida que los aranceles impulsen el aumento de los precios al consumidor;
  • exigirán una oleada de impresión de dinero, que ya no se esterilizará mediante déficits comerciales canalizados de vuelta a las acciones, bonos y bienes raíces estadounidenses como inversión extranjera;
  • y forzarán a EE.UU., junto con algunos (aunque no todos) de sus principales socios comerciales, a una depresión inflacionaria.

El único beneficio de todo esto para EE.UU. es que la deuda federal estadounidense se volverá prácticamente irrelevante, ya que se revalorizará en lo que bien podrían ser monedas de madera que, de todos modos, nadie querría. Pero antes de que eso ocurra, los costos de los préstamos, junto con los pagos de intereses, se dispararán, y los pagos de intereses, que ya ocupan el segundo lugar después de los pagos de la Seguridad Social, devorarán lo que quede del presupuesto federal.

Un beneficio importante para la mayor parte del resto del mundo será que el derrochador sistema de moneda de reserva, el dólar, desaparecerá, y el comercio se realizará en monedas locales, ahora digitales y canalizadas sin fricciones a través de los bancos centrales, basándose en relaciones comerciales bilaterales. Si bien se ha perdido mucho tiempo discutiendo el tema de las monedas de reserva alternativas, lo importante es que las monedas de reserva (es decir, el capital mantenido en reserva en lugar de utilizado productivamente) son un concepto obsoleto. Por un lado, la tecnología de la información moderna hace que el comercio internacional mediante monedas digitales gestionadas por los bancos centrales sea práctico y relativamente gratuito; por otro, Estados Unidos ya no tiene la superioridad industrial, ni de recursos ni militar para presionar al mundo a honrar su dólar.
Pero ¿cuál es la naturaleza de esta burbuja financiera o absceso que está estallando o siendo atacado? Comenzó con Estados Unidos viviendo por encima de sus posibilidades, algo que ha venido haciendo desde la década de 1970. Estados Unidos ha estado incurriendo sistemáticamente en un déficit presupuestario, financiándolo con préstamos federales y acumulando una deuda que actualmente asciende a 29 billones de dólares. El dinero extra permitió a Estados Unidos importar más de lo que exportaba, lo que generó un déficit comercial. Los países exportadores tuvieron que encontrar algo útil que hacer con el exceso de dólares que acumulaban. Los invirtieron en bonos del Tesoro estadounidense, cerrando así el círculo y permitiendo a Estados Unidos seguir endeudándose.
Así, en efecto, Estados Unidos ha estado pidiendo dinero prestado a países extranjeros, con lo que no impulsó la inversión productiva (lo cual habría sido razonable), sino el consumo, dejando solo una montaña de deuda sin garantías productivas que la respaldaran. El dinero del déficit comercial también se vertió en las acciones estadounidenses, inflando los precios de las acciones hasta el punto de que se volvieron puramente especulativas y no estaban respaldadas por dividendos, así como en el sector inmobiliario, lo que hizo que la vivienda fuera inasequible para millones de personas.

A lo largo del camino, el acceso generalizado al dinero prestado del extranjero permitió importar productos en lugar de fabricarlos localmente, y se produjo una gigantesca ola de deslocalización, hasta el punto de que ahora la economía estadounidense se compone en un 80% de servicios y un 20% de todo lo demás. Como resultado, la base industrial estadounidense, incluyendo plantas, equipos y el resto de la infraestructura industrial, está decrépita, obsoleta o ha sido desmantelada. La mano de obra industrial calificada, las instituciones para su formación, las comunidades de expertos y la gestión industrial calificada se han evaporado: la mayoría de los estadounidenses que sabían fabricar productos han fallecido o están jubilados.

La actividad industrial restante, incluyendo la construcción y el mantenimiento, depende desesperadamente de componentes importados, muchos de ellos procedentes de China. El resto de la actividad comercial también depende de las importaciones: cadenas minoristas enteras como Walmart simplemente dejarían de funcionar si los buques portacontenedores procedentes de China dejaran de llegar a los puertos estadounidenses. La sustitución de importaciones es posible (como ha demostrado Rusia desde 2022), pero es un proceso arduo de establecer líneas de producción y reajustar las cadenas de suministro que requiere tiempo y capital, y Estados Unidos no dispone de ninguno de estos recursos

Un cliché frecuente es que los altos aranceles de importación causarán graves daños a la economía china y harán que los chinos se rindan y, de repente, se vuelvan muy dispuestos a exportar a Estados Unidos fábricas enteras (¿junto con sus trabajadores?) en lugar de solo los productos que se fabrican en ellas. Este es un punto de vista, cuanto menos, extraño. Si el comercio entre Estados Unidos y China se redujera a cero, Estados Unidos perdería el 13 % de sus importaciones y el 6 % de sus exportaciones, mientras que China perdería el 15 % de sus exportaciones y el 5 % de sus importaciones.

Estas cifras no son pequeñas, pero el comercio entre Estados Unidos y China representa tan solo el 2,7% del PIB chino, mientras que las estimaciones de crecimiento del PIB chino para este año se sitúan entre el 4,1% (FMI) y el 5% (objetivo del gobierno chino). Sin embargo, China no perdería el 2,7% de su PIB, ya que mantiene conversaciones activas con otros países para redirigir hacia ellos, quizás con descuento, pero aún de forma rentable, sus exportaciones que iban a EE.UU. Incluso si este esfuerzo fracasa, lo único que ocurrirá es que el crecimiento del PIB chino se reducirá temporalmente. Mientras tanto, esto significa para Estados Unidos estantes vacíos en Walmart y otras cadenas minoristas y líneas de montaje detenidas en la mayoría de las fábricas, incluidas las de contratistas militares, debido a la falta de componentes de origen chino.

Otro cliché frecuente es que los altos aranceles de importación restaurarán mágicamente la industria estadounidense a su antigua gloria, produciendo un efecto similar al logrado por el proteccionista William McKinley, el vigésimo quinto presidente de Estados Unidos, a finales del siglo XIX, cuando la producción industrial estadounidense creció a pasos agigantados. Se espera que los altos aranceles de importación no produzcan un efecto similar al de la Ley Arancelaria Smoot-Hawley de 1930, que desencadenó la Gran Depresión. Pero ninguna de estas situaciones se asemejaba a la que enfrenta Estados Unidos en la actualidad, que consiste en una combinación de impotencia militar, decadencia industrial y ruina financiera. Si a esta ya poderosa combinación se suma el agotamiento de los recursos naturales, el resultado es una receta no para una quimera del MAGA (Make America Great Again. Nota del traductor), sino para el colapso.

El agotamiento de los recursos naturales se ha debatido sin cesar desde aproximadamente 1970, cuando Estados Unidos alcanzó su pico de producción de petróleo convencional, se vio obligado a empezar a importar petróleo y, por cierto, también a cortar la conexión entre el dólar estadounidense y el oro (no fue casualidad). Este tema se debatió activamente durante décadas e incluso existió, durante un tiempo, un movimiento del Pico del Petróleo que estudió el agotamiento energético e incluso realizó algunas predicciones acertadas. La producción mundial de petróleo convencional alcanzó su máximo en 2005-6, justo a tiempo. El precio del petróleo se disparó hasta cerca de los 150 dólares por barril y, un par de años después, llegó la crisis financiera mundial de 2008 (lo cual tampoco fue casualidad).

Pero justo en ese momento, el petróleo de esquisto en EE.UU. entró en producción y lo convirtió de nuevo en el mayor productor mundial de petróleo, por un breve periodo. Ese tiempo está llegando a su fin: la producción de petróleo de esquisto prácticamente ha dejado de crecer y se prevé que comience a disminuir alrededor de 2027. A diferencia del petróleo convencional, el petróleo de esquisto procedente de pozos de fracturación hidráulica tiende a declinar vertiginosamente y dejará de producirse con la misma rapidez con la que empezó a producirse, en aproximadamente una década. EE.UU. se verá obligado a volver a importar petróleo, pero esta vez, en lugar de simplemente imprimir dólares, se verá obligado a obtener divisas para pagarlo, y la pregunta es: “¿Cómo?”. Dado que no hay una respuesta definitiva a esta pregunta, es razonable suponer que EE.UU. se convertirá, en general, en una muy mala inversión.

Esta pequeña perspectiva debería explicar en gran medida lo que ha estado sucediendo en la política estadounidense. Con el colapso en el horizonte, los amigos multimillonarios se apiñaron alrededor de Donald Trump e intentaron idear un plan para salvar sus fortunas. Conspiraron para derrocar al zombie con bolígrafo automático y a su alegre banda de ladrones y convertir a Trump en presidente, y lo lograron. ¿Y ahora qué? El barco del Estado estadounidense navega a toda máquina hacia una gran roca llamada “colapso”, mientras la mitad de la tripulación se amotina y exige que el capitán no toque el timón: “¡Fuera las manos!”, gritan. No hay tiempo ni recursos para idear un nuevo plan y aprobarlo rápidamente en el Congreso. ¿Qué hará Trump?

El primer paso obvio es apagar los motores. Para ello, Trump está haciendo todo lo posible por cerrar o desmantelar la mayor parte posible de la burocracia federal lo antes posible. USAID ha desaparecido; el Departamento de Estado de EE.UU. se ha reducido a la mitad; la “bureaucrazy” del IRS (Internal Revenue Service. Servicio de Impuestos Internos. Nota del traductor) está optando por los retiros voluntarios. El barco del Estado estadounidense sigue navegando hacia una gran roca, aún no es gobernable pero podría estar perdiendo velocidad.

El segundo paso obvio (cambiando brevemente de la metáfora del barco a la metáfora de la pústula supurante) es amputar las extremidades gangrenosas. La UE y la OTAN se idearon inicialmente para facilitar a Estados Unidos el control de Europa. Pero ahora ambas entidades son completamente inútiles desde el punto de vista de Estados Unidos y deben ser eliminadas. El espectáculo de ellos intentando organizar una especie de extraño culto del cargamento en torno al cadáver putrefacto de Ucrania ahora que el dinero estadounidense se ha agotado es suficiente para convencer a cualquiera de que a estos títeres entrenados por George Soros hay que cortarles la paga y mandarlos a sus habitaciones sin cenar.

Los europeos planean que Rusia los invada (mientras que Rusia no planea tal cosa, tiene muchos compromisos mucho más interesantes y lucrativos) y esto solo puede significar una cosa: los europeos están listos para volver a luchar entre sí. Después de todo, 80 años son demasiados para que los europeos se abstengan de masacrarse sin sentido. Recordemos que solo Inglaterra y Francia estuvieron en guerra durante casi 200 años. Alemania ya ha ocupado Estonia, Letonia y Lituania, mientras que Francia ha ocupado Rumanía. Turquía (que no pertenece a la UE, pero sí a la OTAN) acaba de arrancar un buen trozo de Siria, pero parece que se está ahogando. Gran Bretaña, siempre ansiosa por abalanzarse sobre un poco de carroña fresca, está dando vueltas sobre los restos podridos de la antigua Ucrania. ¿Acaso Estados Unidos quiere algo de eso? ¿Cabe alguna duda de que no? No, Estados Unidos quiere Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá. La expresión “cerrar filas” me viene a la mente.

Lo mismo ocurre con la ONU. Es una burocracia hipertrofiada que se traga el dinero estadounidense recién impreso. Por lo tanto, la financiación estadounidense a la ONU se ha recortado sin piedad. La nueva lógica en las relaciones internacionales es: “Solo se come lo que se mata”. Incluso a los israelíes finalmente se les está mostrando su lugar, y se plantea la pregunta: “¿Quién gobierna a quién?”. Después de todo, sería mucho más rentable para Estados Unidos simplemente enviar a todos esos judíos de vuelta a Rusia. ¡La Región Autónoma Judía está lista y esperándolos! ¿Y qué hay de la antigua Ucrania? Aquí, podría citar a Marco Rubio, o quizás a Steve Witkoff, o quizás a JD Vance: “¡Cállate ya!”. (Verán, esa triste ex República Socialista Soviética es escenario del último y más vergonzoso fiasco militar estadounidense, y por eso es impertinente seguir sacándolo a relucir).

El tercer paso obvio es agitar las aguas provocando el pánico entre la tripulación y una estampida de un lado a otro de la cubierta y de vuelta repetidamente. Un día hay aranceles, al siguiente se posponen 90 días. Un día los iPhones están sujetos a aranceles, al siguiente no, pero quizás aún los tengan. Sembrar miedo e incertidumbre desde el Despacho Oval es una buena manera de que los mercados financieros fluctúen de forma descontrolada, dando a quienes saben la oportunidad de comprar barato y vender caro una y otra vez. Algún nulo en el Senado estadounidense incluso amenazó con iniciar una investigación por tráfico de información privilegiada, pero luego se dio cuenta de que también acabaría investigando su propio tráfico de información privilegiada.

A este ritmo, antes de que todo se derrumbe, la alegre pandilla de multimillonarios de Trump podría acabar siendo billonaria. Será todo un reto hacer algo con estos billones de riqueza en papel antes de que se conviertan en meros trozos de papel, pero ya lo están pensando. Están ocupados hablando con los rusos, fingiendo que se trata de la paz en la antigua Ucrania, pero en realidad intentan sumarse al tándem Rusia-China, que promete ser el próximo gran éxito en la historia del planeta. Con Rusia en posesión de tecnologías clave y con recursos naturales de sobra, y China ahora como el centro manufacturero mundial, es una pareja ideal. El rublo ruso es ahora la moneda más fuerte del mundo, seguido a una distancia considerable por el oro. ¿El dólar estadounidense? ¡Olvídense!

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